Vos y yo somos iguales
- Peregrino Errante
- 15 may 2022
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Ellos y yo. Sentados mirando el fuego arder. Yo no hablo su lengua como tampoco ellos hablan la mía, y aunque entre ellos pueden comunicarse, prefieren el silencio.

Sentados, todos mirando el fuego, las estrellas y los astros, la luna en una esquina, el fuego de nuevo. Entre silencio y silencio, Marcos Ali Naki entona acompañado por su Saz (instrumento de tipo laúd con mástil largo, que se toca en varias regiones como Turquía, Irán, Irak, entre otros) una canción compuesta hace más de ochocientos años. No se que dice la letra pero aún así entiendo, siento la nostalgia, el amor. Tomamos Çay, y ante la falta de palabras nos miramos a los ojos y sonreímos. El fuego arde y nosotros volvemos al silencio.

Uno de los objetivos del tránsito por Turquía era poder conocer personas sufíes, particularmente de la orden de Derviches o Mevleví. Llegué a Fethiye, donde me quedé en casa Tolga con sus amigos Mustafá y Seçil . No los estaba buscando y ellos me encontraron a mí. Desde el primer día en Fethiye compartimos comida, música, charlas y silencios con mis anfitriones y sus amigos sufíes de la orden Derviches. Los sufíes Derviches (o Mevlevíes) son una orden sufí de Turquía fundada bajo las ideas del poeta sufí Jalal al-Din Muhammad Rumi en el siglo XIII. Rumi pasó a ser conocido con el nombre de Mevlana (maestro) por sus seguidores porque les enseñó un método de perfeccionamiento espiritual. Este método incluye tres elementos que trascienden las barreras de la comunicación humana: la música, la poesía y el recuerdo. La combinación de estos tres aspectos tiene lugar en la ceremonia de la danza giratoria llamada Sema. En esta danza los Derviches buscan alcanzar el éxtasis místico, giran sobre sí mismos simbolizando con el giro el movimiento de los planetas. La danza es acompañada de flautas, atabales, tamboriles, una especie de violines llamados kamanché y laúdes de mástil largo como el saz turco que tocaba Marcos Ali.

En mi estancia en la zona de Fethiye, Nevra, una joven integrante de un grupo sufí derviche en dicha ciudad, me invitó a participar de una reunión informal en un café con sus compañeros y compañeras sufíes, en la cual iba a asistir un maestro sufí llamado Cem Baba ¿Cómo me iba a negar? Hacía allí fui.

Ya en el café mientras hablaba con Nevra y sus compañeros, quienes me contaban acerca de su filosofía y modo de ver y vivir la vida, llegó el maestro Cem Baba. Un viejo hombre mas alto que yo, sus pelos llegaban hasta su cintura, barba larga y una mirada poderosa. Saludó a todas las personas presentes, una por una, con un amor y respeto que no había visto jamás. Me aceptó con una sonrisa a que participe en la ronda donde el maestro hablaba y los demás escuchaban y hacían preguntas que no pude entender porque hablaban en turco. “Las palabras, los distintos idiomas, no importan. Vos y yo somos iguales” me dijo. Aún así el maestro tuvo el detalle de dirigirse a mi en inglés, hacerme preguntas y compartir sus reflexiones siempre acompañadas de una mirada llena de ternura que no reposaba solo en mi ojos, entraba por ellos y llegaba hasta mi alma. Para él el sufismo es una forma de vivir y relacionarse con los demás humanos y la naturaleza. Somos todos iguales y al mismo tiempo un todo único e inseparable.

No importa el idioma, tu cuerpo, en que creas o no creas, tu religión. No hay diferencias. Todos merecemos respeto. Lo único importante al final del viaje es haber vivido y actuado con amor. “Cuando era joven tuve un sueño, una visión.” Me contaba Baba. “En este sueño iba caminando. Estaba vestido con mi traje color negro y blanco. No podía ver bien, había neblina. Miro a mi alrededor y están mis hermanos caminando a mi lado. Subimos una montaña. Hacía adelante veo una luz. Un poco borrosa, como haciéndose lugar entre la neblina que quiere ocultarla. Nosotros la seguíamos, seguíamos a quien portaba la luz y nos mostraba el camino por donde debíamos caminar mientras subíamos. Ya estamos cerca de la cima y a mi lado, de repente, veo unas personas que caminan en dirección a la cima de la misma montaña. Vestían ropas color naranja, eran calvos y seguían una luz igual a la que yo seguía pero portada por otra persona a la que yo seguía. Aparto la mirada y sigo caminando, sigo la luz que ya casi hace cumbre y nosotros con ella. En cuanto me asomo en lo alto de la montaña veo llegar también otras personas con otras luces. Unos tenían barbas largas, otros rulos al costado de su cabeza, otros cargaban cruces en sus cuellos y sus hombros, otros sus ropas naranjas. Cada grupo era distinto, vestía distinto, hablaba distinto y seguía luces distintas, y aún así todos subíamos la misma montaña.”
Terminó la jornada con música y cantos. Fue una tarde enriquecedora pero le faltó un detalle. La Sema. No podía dejar la experiencia sufí a la mitad así que tomé un bus a la ciudad de Konya, donde nació la orden Derviche y en donde se encuentra el mausoleo de Mevlana, con el objetivo de asistir a la ceremonia.

Como si todo hubiera estado planeado, justo el fin de semana que llegué, había una Sema organizada y abierta al público. Asistí, tomé algunas fotos y me dejé llevar por la danza giratoria acompañada de la música y cantos que, aún como espectador, me dejó una sensación de paz en lo más profundo del pecho y me trajo al recuerdo las palabras y enseñanzas que el maestro Cem Baba me había regalado y que guardaré para siempre en mi corazón.
Que experiencia fantástica, soñada por muchos que amamos las historias de Marco Polo y otros viajeros, pero que lamentablemente jamás llegaremos por muchas razones. Espero puedas escribir ese libro y transmitir lo vivido en estas tierras, sería sublime. Abrazo desde General Alvear, Mendoza